COVID-19, ojos malos y buena inteligencia

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Arian Quintero

Era una calurosa tarde del verano de 2021; el sol brillaba con intensidad y generaba un sofocante calor. Sentí perder mis fuerzas, caminaba cabizbaja y casi a rastras, hasta que me desmayé. Más tarde, al abrir los ojos, vi una sombra verde por todos lados; eran las paredes del Centro de Salud de Veracruz, que reflejaban el trasiego de batas blancas yendo de un lado a otro.

Me hicieron una prueba de COVID-19, dando positivo. Me inundaba un fuerte escalofrío debido a la fiebre que tenía; pensaba que estaba muy cerca de fallecer, era una mezcla entre miedo e ignorancia.

El desvelo comenzó desde el primer día, y las frazadas eran mi único consuelo. Recordé a mi tío Manuel Quintero, quien vive en Florida (Estados Unidos) y ya había pasado por el coronavirus, al borde de la muerte. Él me contó lo ocurrido con una doctora que lo atendió de manera excelente, que lo auxilió en ese momento difícil y se aferró a la idea de salvarlo. Una profesional que atendía a todos los contagiados por COVID-19, cuyo nombre era Sacha.

Tío Manuel padeció de anosmia, y con todo esto, percibió el icónico e irresistible aroma de la marca Good Girl de Carolina Herrera, esa aura que le recordaba a la supermodelo Karlie Kloss en el lanzamiento mundial de esa fragancia.

La doctora preguntaba constantemente cómo estaba y si necesitaba algo. Ella lo marcó por siempre, pues vio cómo era más fuerte su vocación que su miedo al contagio de una enfermedad. La médica veía con entereza la fragilidad de sus pacientes y eso conmovió al tío Manuel, ayudándolo a tener una pronta recuperación.

Un día fue atendido por otro grupo médico; inmediatamente preguntó por la doctora Sasha y de pronto recibió una fuerte risa de burla, le respondieron: ¡La doctora Sasha no! Quien lo atendió y está de descanso es el doctor pirata Roberto, un transgénero con un ojo de cristal.

Aquella respuesta le dio rabia y frustración. Esas personas no respetaban y tío Manuel les respondió: "quién sea, Sasha o Roberto, o como le quieran llamar, fue la persona que me recibió en este hospital, casi sin vida, me acompañó en medio del temor y la tristeza, al punto que le solicité un sacerdote, y como no era posible por el riesgo de infección, rezamos juntos un Padre Nuestro. Los enfermos estamos solos y esas acciones conmueven mucho. Es alguien que debe continuar con su abnegada obra en estos tiempos de pandemia".

“Si era transgénero o no, lo importante es que reunía todas las cualidades de un buen médico, más allá de un ojito de cristal, producto de un accidente”, dijo mi tío. El coronavirus sacó lo peor y también lo mejor de nosotros como sociedad. La experiencia que me contó mi tío me dio fuerzas para superar la enfermedad.

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