De talla baja, con alto nivel

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Amena Faruk Ravat Tarajiya

Recuerdo cuando tenía alrededor de 10 años, la señora Gita, entre llantos, le contó a mi mamá sobre el nacimiento de Arya. No solo fue difícil por la condición de Arya, sino también por la forma en que la enfermera residente se dirigió a ella en ese momento, sin tapujos: “Es una enana de circo”. Aquello fue tan humillante, hiriente y deshumanizador.

Lo que nunca se borrará de mi mente es ver a Gita mirando fijamente a mi tío Arjun, intentando penetrar más allá de sus ojos. Ambos entraron en shock, se abrazaron fuertemente y trataron de comprender lo que estaba ocurriendo. Desde ese día, se vieron envueltos en una vida en la que cargarían con una cruz, sin un futuro claro, apenados por la condición de mi prima.

Arya padecía de acondroplasia, la causa más frecuente de baja estatura o enanismo. Según el portal www.achondroplasia.com, la acondroplasia es un tipo de displasia esquelética, una enfermedad que estropea los huesos y cartílagos. Sus efectos más visibles se manifiestan en los brazos, las piernas y la cara, aunque también impacta casi todos los huesos del cuerpo. Esta enfermedad rara, que afecta a 1 de cada 25 000 niños, puede causar complicaciones graves, progresivas y de por vida.

La acondroplasia es ocasionada por un cambio (mutación) en el gen del receptor 3 del factor de crecimiento de fibroblastos (FGFR3). Esto evita el crecimiento de los huesos y afecta principalmente a los huesos largos en los brazos y piernas.

En una ocasión, cuando Arya estaba con sus amiguitos de la escuela, algunas personas se le acercaban como si fuera un trofeo o una versión bonsái de los pequeños que jugaban con ella. Llamaba la atención ante el resto de sus compañeros, y en el fondo, ella sufrió el escarnio de quienes no respetan a los demás, siendo objeto de burla de forma permanente.

Recuerdo un incidente durante un intercambio de actividades audiovisuales entre colegios. Pusieron la película Blancanieves y los 7 enanitos, y de pronto, un estudiante ignorante provocó al público, gritando: "¡Miren a Arya!". Ese inmaduro adolescente hizo el ridículo al extremo, rebajando tanto la dignidad de mi prima que la pobre niña salió de aquel recinto cabizbaja y con lágrimas en las mejillas. Sin embargo, la imprudencia de ese chico terminó con un severo castigo por parte de sus padres.

Con el tiempo, Arya fue creciendo y comenzó a hacer nuevos amigos. Llegó a ser una de las estudiantes más sobresalientes del bachillerato. Su gran pasión era la arquitectura, pero su condición física le impedía, a largo plazo, desarrollar la fuerza en los brazos necesaria para realizar los trazos de papel o planos que exigía su perfil laboral. Sin embargo, encontró otras oportunidades que le permitieron llegar lejos. Estudió Derecho en Inglaterra, donde llegó a ser considerada una de las juristas más destacadas del país.

Una vez, Arya me contó una anécdota: siendo jueza, un malhechor le dijo que mejor se ocultara detrás del escritorio. Con calma, ella se disculpó y le dijo que tenía toda la razón, explicando que su condición a veces despertaba risa y curiosidad en los demás. Añadió que no le molestaba que la llamaran enana, a menos que fuera con intención insultante. Arya supo cómo manejar la situación de la mejor manera; se encaramó en el escritorio y, desde ahí, continuó con su trabajo. Los presentes quedaron atónitos al ver cómo aquella joven de talla baja era tan exigente, con un altísimo nivel profesional.

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