Duro golpe de palabras

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Kianna Antillòn

Manuela vivía en una de las islas más bellas de Panamá, San Blas. Al mudarse a la ciudad capital por problemas familiares, comenzó a ser criticada por su cuerpo e imagen. Desde que entró a la secundaria, su vida fue de mal en peor. Recibía comentarios crueles de sus compañeros de salón y del resto del colegio. Le decían cosas como "gorda", "ballena" o "Big Mc". Algunas de estas frases las pronunciaron personas que ella consideraba como buenas, e incluso el joven que le gustaba, quien supuestamente también era su amigo.

Siempre trataba de ser positiva, queriendo hacer la vida de todos más fácil y feliz, pero lo que Manuela no había aprendido era que en la vida siempre habrá problemas, que no todo es color de rosa. Cada día, la molestaban más. Ella, sin embargo, se mostraba feliz, con una elegante sonrisa, como era su costumbre.

Un día, en la clase de Educación Física, antes de empezar a correr y hacer los ejercicios, escuchó cómo sus “supuestas amigas” se divertían hablando mal de su cuerpo. “Se cree muy bonita, pero está gorda y fea”, dijo una de ellas. Manuela giró su cabeza para verlas; no podía creerlo.

A pesar de lo que había escuchado, decidió acercarse. Antes de llegar, unos jóvenes la interrumpieron. “Mucho gusto. Mi nombre es Mabel, ellos son Enmanuel, Irwal, Daniel y César. Escuché lo que están diciendo, pero no les hagas caso. La gente habla por hablar”. Ella agachó la cabeza, recordando cada palabra, pero la levantó de inmediato al darse cuenta de que finalmente estaba conociendo a personas que la respetaban y aceptaban. Otra voz continuó: “Un gusto, mi nombre es Shaday”.

Pero las críticas continuaban. Aunque trataba de ignorarlas, un día tocó fondo. Llegó al punto de querer suicidarse. Después de un año de terapia para superar sus miedos, aprendió a celebrar la vida con sus amigos y familiares. Ahora salen juntos y van al cine. Cuando fueron al estreno de una película de Marvel, incluso se atrevió a hacer algo que nunca había hecho antes: ponerse uñas postizas.

Finalmente, la gente dejó de excluirla. La humanidad aún tiene mucho que aprender sobre inclusión. Todos debemos aprender a respetar a las personas. Nadie debe ser rechazado. Es hora de poner un alto al bullying y decir: “Sí a la inclusión”.

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