El bullying hacia una joven negra

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Mía Milagros Castillo De Gracia

Angelín es una chica que ha sufrido acoso y burlas a lo largo de su vida escolar debido a su color de piel. Lo que ha tenido que enfrentar es realmente impactante, y las acciones de los demás la han afectado profundamente. A pesar de ello, ha continuado con su vida día tras día.

En la escuela, donde la presencia de personas de piel negra era escasa, Angelín experimentaba exclusión y se le hacía sentir que no pertenecía a ese lugar. Frases ofensivas como "esclava de mi pueblo" y "el agua no te aclara" eran recurrentes y la lastimaban. Sin embargo, ella optó por no mostrar sus sentimientos, aparentando que no le importaba, con el objetivo de sobrevivir a los años restantes en ese plantel.

Un día, un chico de intercambio proveniente de Italia llegó a su clase. Al notar la exclusión que sufría Angelín, decidió hablarle. Debido al miedo de que se tratara de una broma, como le ocurría con el resto de sus compañeros, Angelín no respondió en ese momento. Días después, Sam se percató del sufrimiento diario de la joven y tomó la decisión de intervenir y ayudarla.

Sam se acercó a Angelín, procurando hacerle entender que él era diferente y que realmente deseaba apoyarla. Inicialmente, ella desconfiaba, pensando que era solo otro chico que intentaría herirla y ridiculizarla frente a toda la escuela. Sin embargo, con el tiempo decidió confiar en él.

Dado que Sam era un estudiante de intercambio y gozaba de gran popularidad, tanto por sus habilidades en diversos clubes como por su apariencia física, le resultó más sencillo difundir su mensaje: el color de piel o la raza no eran relevantes; lo importante era lo que cada persona tenía para ofrecer al mundo.

Cuando Angelín comprendió las acciones de Sam, decidió hablar con él para evitar que se viera envuelto en problemas o que lo molestaran por defender a la "rara" de la escuela. Ella conocía la sensación de ser despreciada y quería evitar que alguien tan especial como él padeciera lo mismo.

A Sam no le importaba si lo molestaban, pero, más allá de sus palabras, ya había enseñado a todos una lección sobre tolerancia: al aceptar a Angelín, demostró que todas las personas son iguales en su condición de seres humanos, sin importar la apariencia física o el género, por lo que tienen los mismos derechos. No cabe la posibilidad de discriminar a alguien solo por lucir diferente; al contrario, debemos aceptar a los demás tal como son, reconociendo que cada individuo es único y maravilloso.

Las personas comenzaron a reflexionar y a comprender que el aspecto físico no define a nadie. Le pidieron disculpas a Angelín. Aunque ella sabía que perdonar no cambiaría lo sufrido, se sentía feliz al saber que ya no la molestarían a ella ni a ningún otro estudiante por pertenecer a una cultura diferente. Todo esto, gracias a un chico de intercambio llamado Sam, su héroe y compañero de toda la vida.

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