Paremos el acoso. Sé un amigo, no un maltratador

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Naomy Cedeño

A lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha habido quienes rechazan a las personas que consideran diferentes, debido principalmente al desconocimiento y al temor. De manera similar, algunos muestran una actitud hostil hacia quienes llegan de otros países en busca de una vida mejor.

Panamá ha experimentado flujos migratorios a lo largo de su historia. Algunos extranjeros se han quedado y han contribuido al desarrollo de nuestro país, pero lamentablemente, con el tiempo, las circunstancias han cambiado, y algunos locales muestran intolerancia hacia los foráneos, quienes han tenido que abandonar sus lugares de origen en busca de un futuro más prometedor.

Esto me recuerda a Renata y Wilberto, quienes enfrentaron solos el desafío de adaptarse a un lugar desconocido.

Renata, una joven de tez clara, cabello castaño, ojos color avellana, baja estatura y contextura gruesa, provenía de Venezuela, donde vivía con su madre. Estaba muy entusiasmada por conocer nuestro país. Se hospedó junto a su mamá en el edificio donde vivía su abuela, en Santa Ana, donde se encontró con Wilberto el mismo día de su llegada.

Wilberto es un joven de piel morena, cabello corto y oscuro, ojos cafés y delgado. Se presentaron y comenzaron a conversar, ya que serían vecinos. Descubrieron que ambos eran compatriotas.

Un día, Wilberto le comentó a Renata que se había mudado con sus padres hacía aproximadamente tres meses, y que estudiaba en el Instituto Nacional de Panamá. Renata se alegró al saberlo, pues ese sería su nuevo colegio y había escuchado mucho sobre él.

Con el tiempo, Renata se encontró con todo tipo de personas: en la escuela, en el supermercado, en la vecindad, en el barrio, etc. Vio gente de todos los tamaños y diferentes tonos de piel. Descubrió que Panamá es un país diverso.

Lo triste fue que algunos compañeros la molestaban por su piel muy blanca. Un día, cansada de todo, se sentó a llorar en el parque del colegio. Wilberto se acercó y le preguntó qué le ocurría. Ella le contó lo sucedido, y él le dijo: “Seca tus lágrimas, algunas personas son así; atacan lo que es distinto y no les parece. Yo, en cambio, soy de piel morena, pero eso no les importa; a mí me molestan porque soy de otro país. Siempre hay uno que otro resentido que ataca por atacar, pero no todos son así”.

Ante esta historia analizo que es muy importante no dejarse humillar, no ofender a nadie y mantener la frente en alto, orgullosos de lo que somos. Además, debemos ser más tolerantes con quienes, de una u otra forma, están aquí en busca de un mejor estilo de vida, buscando refugio en un país hermano. Es fundamental ser empáticos con los inmigrantes, entendiendo que la vida da muchas vueltas y que cualquiera podría pasar por una situación similar.

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